(Foto: Andina)
(Foto: Andina)

Y lo volvieron a hacer.

Siguiendo su errática línea de acción, el Congreso aprobó por abrumadora mayoría una ley que termina de pulverizar todo lo avanzado en una reforma de la educación que se puso en marcha teniendo a la meritocracia como eje.

Es exactamente lo que se ha perpetrado en el hemiciclo al aprobar por insistencia la norma que plantea el ingreso automático a la carrera pública magisterial a profesores nombrados interinamente, que fueron retirados por haberse negado a rendir las evaluaciones de calificación docente o, simplemente, por haberlas desaprobado.

Y eso de la “prueba excepcional” a que se someterían antes de ser reincorporados, suena a chiste, una burla cruel que se mofa de los principios básicos de quien quiera que se considere un maestro: ofrecer un servicio educativo de calidad.

El impacto que la medida tendrá en los escolares de los colegios públicos será enorme. De hecho, incorporará a las planillas del Ministerio de Educación a profesores que no están calificados para transmitir ni enseñar nada, salvo su propia incompetencia.

Esos docentes desaprobados, o que temían quedar al descubierto durante las evaluaciones periódicas obligatorias, serán ahora los que formen a los peruanos del futuro, por lo pronto, a aquellos estudiantes que les toque caer en sus aulas. Un verdadero desastre para el país, que necesita de ciudadanos educados en valores y conocimientos sólidos, ejerciendo como profesionales o técnicos capacitados que aporten al progreso del Perú.

Los 92 legisladores que dieron su vergonzoso voto en favor de esta contrarreforma educativa pertenecen a casi todos los partidos en actividad: Perú Libre, Fuerza Popular, Bloque Magisterial, Avanza País, Cambio Democrático-Juntos por el Perú, Renovación Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú, Acción Popular, Perú Bicentenario, Somos Perú y otras tiendas políticas de menor rango y representatividad.

Un voto prácticamente transversal, pues, al abigarrado espectro ideológico que se aprieta en las bancadas del Congreso, pero que parece tener en común la voluntad de traerse abajo la calidad de los aprendizajes en las instituciones educativas públicas.

Ya lo hicieron con el debilitamiento de la Sunedu, convirtiéndola en una institución decorativa, para darle una manito a los malhadados intereses de las universidades bamba. Y ahora, con este nuevo golpe a la meritocracia, condenan a la niñez y a la juventud peruana a la más absoluta mediocridad.

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