El registro de los primeros dos meses de ejecución del presupuesto para inversión pública asignado a las regiones hace avizorar que será otro año de cifras lamentables. Y nos referimos no solo a resultados estadísticos, a guarismos fríos, sino también, por desgracia, a posibles pérdidas materiales y humanas que estos números terminarán acarreando.

Justo cuando el país necesita urgentemente que los recursos se desembolsen para salir de la recesión, ocho regiones –según análisis de Perú21– gastaron menos del 5% de su presupuesto para proyectos de inversión, cuando ya han transcurrido los dos primeros meses del ejercicio anual correspondiente al 2024.

No es necesario recurrir a especialistas o a los arúspices de las redes sociales para saber que las regiones que más obras necesitan, por ejemplo, en cuanto a prevención de desastres –Tumbes, La Libertad, y zonas del centro del país que hoy mismo están padeciendo las inclemencias del clima– son las que peor andan en ejecución presupuestal.

Con todos los problemas que afrontan, los registros en estas administraciones son irrisorios. Tumbes tiene un 2.5% de gasto en lo que va del año, y eso que hasta hace pocos días tenía numerosos poblados agobiados por las inundaciones o el dengue. La Libertad, por su parte, solo ha ejecutado el 3.4% de lo que le asignaron, mientras su gobernador, César Acuña, anuncia onerosas contrataciones futbolísticas para el club de su propiedad. Y el tema no es solo sobre posibles desastres naturales: en orden público y seguridad ciudadana, el gasto en el territorio liberteño es hasta ahora nulo, es decir, cero ejecución.

Apurímac y Huánuco tampoco pasan del 3.3% de inversión, y hablamos de zonas que podrían entrar en alerta roja en los próximos días por las crecientes lluvias que actualmente afrontan.

Eso, entre lo más alarmante, porque Amazonas, Áncash, Huancavelica y Madre de Dios tampoco salen bien en la foto de la ejecución de recursos, ya que apenas si pasan del 4% de inversión en obras necesarias para sus respectivos ciudadanos.

El panorama es, pues, desalentador. Es como si las autoridades regionales no hubieran aprendido nada, que comenzaran cada año como si la experiencia de los ejercicios anteriores no existiese.

Y cuando se presenten los desastres o las conmociones sociales seguramente volverán a echarle toda la culpa al gobierno central. Es hora de que ese lloriqueo se acabe y asuman sus responsabilidades en serio.

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