¿Ha sido lo más acertado imponerles el visado a los mexicanos en reciprocidad porque ellos nos lo pusieron antes? Es la vieja disputa ente la “Moralpolitik” (Woodrow Wilson y Jimmy Carter son los dos referentes típicos) y la “Realpolitik” (Bismarck y Kissinger). La primera posición sostiene que sí, que por un mínimo de dignidad, respeto y autoestima eso era un paso muy necesario (además que ya estaba bueno de soportar las majaderías de AMLO). Los segundos alegan que es un disparate, porque eso va a generar una disminución del turismo mexicano a nuestro país. Enfatizan que los aztecas ocupan el noveno lugar en visitantes al Perú (cerca de 80 mil viajeros) y con la virtud que están solo por detrás de estadounidenses, españoles y argentinos (si excluimos a nuestros países limítrofes), además que ya hemos vivido varios años en una situación asimétrica, pues antes cuando México nos pedía un visado o nos permitía entrar a su territorio solo si se tenía un visado estadounidense.

-Antes le contestaba a los mosquitos que me atacaban. Hoy ya estoy en otra onda y hasta me da pereza ponerme a pelear con tipos insignificantes. Igual se han ganado su Baygon. Uno es un pobre hombre que siempre narra que vive traumado porque hace años le hicieron algunos problemas para entrar a una discoteca miraflorina de medio pelo. Juega al indigenista rojo, pero se casó con gringa y vive en los imperialistas EE.UU., donde aprovecha esa moda yanqui actual de exagerar el racismo para hacer un “way of living”. Entre víctima y acusador, estira ese chicle todo lo que puede para que el NYT, alguna universidad “woke” y los medios peruanos le paren bola. Cual “Frágil” con Avenida Larco, este seguramente va a vivir cuarenta años más con su versión propia de “Cholo soy y no me compadezca”. El otro moscardón es un camionero de verduras y mayorista de frutas colado a periodista. Bastante resentido social, atrabiliario y acomplejado (tiene el problema de ser muy feo), la necesidad de ser alguien le apabulla.

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