"El paseíto casi bucólico que decidió dar Alberto Fujimori por los soleados ambientes del Jockey Plaza no ha dejado de generar rumores y comentarios en los mentideros políticos". (Foto: GEC)
"El paseíto casi bucólico que decidió dar Alberto Fujimori por los soleados ambientes del Jockey Plaza no ha dejado de generar rumores y comentarios en los mentideros políticos". (Foto: GEC)

El paseíto casi bucólico que decidió dar Alberto Fujimori por los soleados ambientes del Jockey Plaza no ha dejado de generar rumores y comentarios en los mentideros políticos.

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Eso, desde luego, entre analistas y algunos parciales de la tienda naranja, porque en las altas esferas del fujimorismo oficial –Fuerza Popular, salvo error u omisión– han hecho, al aparecer, un voto de silencio colectivo, más allá de ciertos recatados ‘Likes’ a las imágenes que circularon en medios y redes. Y un silencio tan monolítico es, a veces, más elocuente que mil palabras.

Hubo quienes se alborotaron porque vieron, en los dos o tres arranques de despreocupada locuacidad del veterano exdictador, un inminente retorno suyo a la arena política. Un desasosiego que invadió, para empezar, a lo que actualmente es nuestra deslustrada representación política, sea en el Congreso o en el Ejecutivo. Algo tendrá que ver, suponemos, que se tratara de un líder político al que por muchos años se identificó con el vocablo castellano “Di-sol-ver”.

Fue el mismo premier Alberto Otárola quien se sintió obligado a llamarlo al orden de manera más o menos elegante, como quien corrige al abuelito: “El expresidente Fujimori ha brindado declaraciones y lo que deseamos desde el Poder Ejecutivo es que siga cuidando su salud, ya que es una de las razones por la que ha conseguido el indulto”.

Por otro lado, el risueño comentario de que Montesinos “cometió errores… pero cumplió su función. Trabajaba en Inteligencia y en Inteligencia lo hizo bien… Al final lo mareó el dinero”, causó alboroto en tiendas izquierdistas, pero también en su propia hueste, donde no faltó una legisladora, Patricia Juárez, que marcó distancia con el paternal elogio al siniestro exasesor.

Martha Moyano, en cambio, al negar cualquier alianza con el Gobierno, sugerida por el octogenario paseante, agregó muy enfática, eso sí, que “Nadie puede negar que Alberto Fujimori es el líder histórico. ¿Alguien lo niega? No, al contrario, tenemos mucha admiración y respeto (por él) … ya quisiera que (Fujimori) fuera uno de los consejeros y cuando nos dé consejos excepcionales los tomaríamos, por lo menos yo…”

Las palabras del expresidente han dado pábulo, pues, a toda suerte de especulaciones y proclamas, a favor o en contra –algunas ciertamente disparatadas– pero, al cierre de esta edición, la lideresa máxima, y allegados, del fortín naranja seguían haciendo ruido con su llamativo, súbito mutismo.

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